Por estos días hemos visto ya varias versiones acerca de cómo va a operar la gratuidad universitaria, inclusive con algunas declaraciones contradictorias de parte del Ministerio de Educación. No es mucho pedir que el Gobierno aclare de manera definitiva el mecanismo mediante el cual las familias podrán acceder a este beneficio y confiamos en que así será.
Nuestro partido ha dicho que no descartamos cualquier opción y que si bien en un comienzo las becas podían servir como solución transitoria, nos interesa que el Ministerio explicite la fórmula y si es mejor que las becas, las vamos a apoyar sin duda. Lo concreto es que la gratuidad universitaria deberá comenzar a operar el próximo año beneficiando al 50 % de los estudiantes más vulnerables ya sean alumnos nuevos o antiguos.
Pero más allá de la tramitación de los proyectos en el Congreso, el tema de la gratuidad universitaria tiene un sospechoso fallo o falta de integralidad respecto de lo que pasará con los Institutos de Formación Técnica. Si el Estado está haciendo un enorme esfuerzo financiero y de gestión, es obligación del Ministerio evaluar los efectos futuros y de largo plazo de lo que estamos financiando.
No son pocos los que consideramos que hay un debate pendiente acerca de la proporción de capital humano técnico versus profesional. En toda la Reforma a la Educación, nadie ha puesto verdadero énfasis en debatir si nuestra pirámide de formación de capital humano es la que el país necesita para compatibilizar crecimiento y desarrollo de las personas.
¿Todos los estudiantes de Chile deben ir a la universidad después de dejar el colegio? ¿La Universidad pública o privada es la única manera de asegurar el salto social o el desarrollo de las personas y aspiraciones de un mejor pasar? Es evidente que Chile necesita más técnicos y si esto es así, ¿por qué inyectar recursos sólo a la universidad y sólo a algunos Institutos de Formación Técnica? Este es un tema que sería bueno enfrentar y es el Gobierno el llamado a liderar este evidente olvido.
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